Matadero Cinco de Kurt Vonnegut
Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan.
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Calificación promedio: 5 (sobre 115 calificaciones)
/Kurt Vonnegut: A través del tiempo, el trailer del extraordinario documental sobre la vida y obra de Kurt Vonnegut, autor de "Matadero 5" y considerado como uno de los más grandes escritores de la segunda mitad del siglo XX.
Matadero Cinco de Kurt Vonnegut
Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan.
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Buena puntería de Kurt Vonnegut
Si una persona sobrevive a un período ordinario de sesenta años, o aun más, es casi seguro que su vida, como un cuento bien construido, ha terminado y que sólo queda el epílogo. La vida no se acabó, pero el cuento sí.
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Buena puntería de Kurt Vonnegut
-Tú y yo y tu madre y tu hermano descendemos de un simple, insensible, torpe, falto de imaginación, de musicalidad y de gracia linaje alemán, cuya única virtud es que no puede dejar de trabajar nunca.
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Buena puntería de Kurt Vonnegut
Creo que esta es mi principal objeción a la vida: es demasiado fácil, mientras vivimos, cometer errores absolutamente horribles.
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Las sirenas de Titán de Kurt Vonnegut
Ahora todos saben cómo encontrar el sentido de la vida dentro de uno mismo. Pero la humanidad no siempre fue tan afortunada.
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Matadero Cinco de Kurt Vonnegut
Le he dicho a mis hijos que bajo ninguna circunstancia participen en ninguna masacre,y que la noticia de una masacre sufrida por sus enemigos no debe llenarlos de alegría ni de satisfacción.
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Madre noche de Kurt Vonnegut
Nunca he presenciado una demostración más sublime de la mentalidad totalitaria; una mentalidad que podría compararse a un sistema de engranajes al que le han cortado algunos dientes al azar. Y esa maquinaria de pensar, desdentada y conducida por una libido de intensidad media o inferior a la media, gira con la insubstancialidad espasmódica, nerviosa, ruidosa, de un reloj de cuco en el infierno. El jefe de los federales sacó la conclusión errónea de que no había engranajes en la mente de Jones; –Está usted completamente loco. Jones no estaba completamente loco. Lo aterrador de la clásica mentalidad totalitaria es que cualquier tipo de engranaje, aunque esté mutilado, siempre conserva en su circunferencia secuencias enteras de dientes, a los que mantiene inmaculadamente y a los que da movimiento con exquisitez. De ahí lo que digo del reloj de cuco en el infierno: marca la hora perfectamente durante ocho minutos y veintitrés segundos; se adelanta de golpe catorce minutos y se mantiene en perfecta marcha durante seis segundos; luego salta dos segundos y funciona bien durante dos horas y un segundo; después, salta todo un año. Los dientes perdidos, desde luego, son simples, obvias verdades; verdades asequibles y comprensibles inclusive para los niños de diez años. El obstinado girar de los dientes del engranaje, la obstinada actividad despojada de ciertas informaciones obvias... Fue así como un hogar tan contradictorio como el que componían Jones, el padre Keeley, el Vice-Bundesführer Krapptauer y el Führer Negro pudo mantenerse en relativa armonía. Fue así como mi suegro pudo contener dentro de una misma cabeza su indiferencia hacia las obreras esclavas y su amor por un jarrón azul... Fue así como Rudolf Hoess, comandante de Auschwitz, podía alternar la música clásica con las llamadas a los cargadores de muertos, allá en los altavoces del campo de exterminio... Fue así como la Alemania nazi pudo pasar por alto la diferencia entre civilización e hidrofobia... Y esto es lo único que puedo decir para explicar las legiones, las naciones de lunáticos que he visto durante mi vida. Y para mí, intentar una explicación tan mecánica tal vez sea el reflejo del padre que tuve. Cuando me detengo a pensar en ello, cosa que ocurre pocas veces, recuerdo que soy, después de todo, el hijo de un ingeniero. Como no existe nadie que me alabe, me alabaré yo mismo: diré que jamás he destruido un solo diente en mi máquina de pensar, sea lo que ésta sea. Hay dientes perdidos. Dios lo sabe. Nací sin algunas de esos dientes y nunca me crecerán. Y los cambios sin embrague de la historia me han hecho saltar otros dientes. Pero nunca he destruido a sabiendas un solo diente del engranaje de mi máquina de pensar. Nunca me he dicho a mí mismo: «Puedo prescindir de este hecho». + Leer más |
Las sirenas de Titán de Kurt Vonnegut
Te acercas a un hombre y le dices: . Y él responde: . Y le miras a los ojos y ves que en realidad las cosas no podrían ir peor. A la hora de la verdad, todo el mundo lo está pasando fatal, y con eso quiero decir todo el mundo. Y lo malo es que nada parece ayudar gran cosa. Esta filosofía no le entristecía. No le ponía melancólico. Le volvía implacablemente despierto.
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Galápagos de Kurt Vonnegut
El coronel Reyes había discutido con un colega, sin llegar a ninguna conclusión, sobre si había algo mejor que el contacto sexual. Se comunicaba ahora por radio con el mismo camarada que había regresado a la base aérea en Perú, y que le comunicaría el momento preciso en que Perú estuviera oficialmente en guerra con Ecuador. El coronel Reyes ya había activado el cerebro de la terrible arma autodirigida que colgaba bajo el aeroplano. La bomba conoció entonces por vez primera el sabor de la vida, pero estaba ya locamente enamorada de la antena de radar sobre la torre de control del Aeropuerto Internacional de Guayaquil, un legítimo blanco militar, pues Ecuador guardaba allí diez de sus aviones de combate. Esta asombrosa enamorada del radar bajo el avión del coronel era como las grandes tortugas terrestres de las Islas Galápagos: tenía todo el alimento que necesitaba dentro del caparazón. Llegó pues el aviso de que era el momento de soltarla. De modo que la soltó. El amigo de tierra le preguntó qué sensación producía liberar una cosa semejante. El coronel Reyes contestó que había descubierto por fin algo más divertido que el contacto sexual. + Leer más |
La edad de la inocencia