Nueva York 2140 de Kim Stanley Robinson
A la hora de la verdad, los políticos no servían para nada. Era preferible confiar en el ejército, la Guardia Nacional o los funcionarios. Los servicios de emergencia, los médicos y enfermeros. Los policías y bomberos. Esa era la gente que ayudaría, la gente que aparecería. No los políticos.
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