Besos voraces y otros peligros de Judith Romero Baeza
Observé cómo se quitaba la ropa y todo mi cuerpo se puso en tensión. Tardé unos segundos en comprender que llevaba un bikini debajo del jersey holgado y nos vaqueros, aun así los músculos no se me aflojaron ni un ápice. La visión de aquel cuerpo no me era indiferente. Cristina siempre había sido una tía buena, pero al estilo de anuncio de deportes más que de ropa interior sexy, algo que dudaba mucho que gastara su tiempo en comprar por su escasa utilidad.
|