Vendrá la muerte y tendrá tu rostro de José Luis Tomás Porta
«Algún día me cruzo con ella por el pasillo, o la veo de perfil, en su cuarto de pintar, con los ojos cerrados frente a un lienzo en blanco, los acaba de cerrar al oírme llegar para evitar que nuestra mirada se mire. Aprovecho para tambalearme un segundo frente a su protesta de silencio, para vislumbrarla apenas tras mis pensamientos embotados de hastío y dulzor de alcohol, de repetir todos los putos días lo mismo para engañarme pensando que algo nuevo va a pasar. Deseo tanto que una de esas veces abra los ojos, se gire y me dirija todas las miradas de odio que yo no me atrevo a clavarme, que se levante de esa silla y tire el lienzo al suelo de un manotazo, que lo pisotee hasta que las huellas de sus zapatos dibujen mi rostro, que me arroje a la cabeza el tarro de trementina donde sumerge sus pinceles para que destilen colores como sangre, que me grite sin razón para decirme todas esas cosas que yo me oculto entre un parpadeo frente al espejo, que me hiera, que me desprecie, que me deje, por favor, solo deseo que me deje para poder desearla como la primera vez». |