Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
—Quiero que trabajes para mí. Lo soltó de sopetón. Un disparo a bocajarro. Ferrer demostró unas excepcionales dotes de actor. Ni parpadeó. —Contratarme es muy fácil; lo único en lo que me parezco a los detectives de las películas. Es la primera vez que me ofrecen trabajo deteniéndome. —Era la única forma de mantener este encuentro en secreto. |