Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
Aquella era una estación para vivir y para amar, no para morir. Nadie debería morir en otoño. Mejor aún: nadie debería matar en otoño.
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Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
Aquella era una estación para vivir y para amar, no para morir. Nadie debería morir en otoño. Mejor aún: nadie debería matar en otoño.
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Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
—Os ha perdido la fe —le respondió Ferrer—. Para ser ateos tenéis una confianza cristiana en el ser humano. Estabais convencidos de que construyendo una sociedad más igualitaria nadie pisotearía a sus semejantes para satisfacer su egoísmo.
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Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
Si se viajaba apiñado en un transporte colectivo, convenía zarandear luego en la bañera todo lo que se vistiese para que cayeran las pulgas. Ellas y los estraperlistas, a mayor miseria, tanto mejor vivían.
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Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
Para tratarse de teóricos enemigos del orden establecido, los anarcosindicalistas tenían perfectamente organizado todo aquel jaleo. —Los socialistas boicotean a los anarquistas, los anarquistas a los socialistas y ambos a los de Esquerra y viceversa —concluyó—. Forma parte de nuestra forma secular de entender la vida pública: o conmigo o contra mí. |
Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
...el Transmiseriano, el tren en el que, en los años veinte, llegaron miles de almerienses y de murcianos para trabajar en las obras del metro y de la Exposición Universal.
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Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
En el fondo latía una pregunta tramposa al estilo de la del huevo y gallina: ¿qué era prioritario, hacer la revolución o ganar la guerra? Según cual fuese la respuesta, uno se alineaba con un bando o con otro. No se admitían medias tintas.
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Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
Insisto en lo que te dije antes: quiero saber la verdad… por fea que sea su cara. —La verdad no es fea. Si acaso, incómoda. Y un estorbo cuando hay poder en juego. |
Nadie debería matar en otoño de José Luis Ibáñez
—Quiero que trabajes para mí. Lo soltó de sopetón. Un disparo a bocajarro. Ferrer demostró unas excepcionales dotes de actor. Ni parpadeó. —Contratarme es muy fácil; lo único en lo que me parezco a los detectives de las películas. Es la primera vez que me ofrecen trabajo deteniéndome. —Era la única forma de mantener este encuentro en secreto. |
La edad de la inocencia