Jorge Zaragoza Gómez
Y entonces ocurrió. Se produjo el silencio. Un silencio aterrador que hizo que se encogieran los corazones, un silencio que martilleaba el interior de las cabezas. Una gran explosión iluminó la bóveda celeste con una aurora boreal. La tierra tembló y el cielo pasó a teñirse de color púrpura. Unos destellos de luz cegaron a todo aquel que intentaba adivinar lo que iba a ocurrir. Un caleidoscopio gigante de colores brillantes y formas ondulantes que cambiaban a una velocidad aterradora se formó sobre la montaña. Esas formas se transformaron en luces de bengalas que chisporroteaban de forma anárquica, hasta que, empezaron a juntarse formando un gigantesco torbellino eléctrico que se elevó como una lanza mientras giraba a gran velocidad.
|