La hora de las sombras de Johan Theorin
El muro de grandes piedras redondas cubiertas de liquen blanco grisáceo era tan alto como el niño. Sólo alcanzaba a mirar por encima si se ponía de puntillas sobre sus sandalias. Al otro lado, todo era gris y neblinoso. El niño podía encontrarse en el fin del mundo, pero él sabía que era al revés: el mundo comenzaba al otro lado del muro...
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