Asesinato en el laberinto de J. J. Connington
Escuchó de nuevo, con más atención. Entonces, de repente, no hubo necesidad de agudizar el oído. Primero fue un golpe seco amortiguado, que inconscientemente Vera reconoció como algo familiar, aunque no supo identificarlo en ese momento. A continuación, casi en el mismo instante, la voz de un hombre emitió un grito inarticulado en el que parecían mezclarse sorpresa, dolor y furia. Tras un momento de silencio, un peculiar chirrido metálico llegó a los oídos de Vera, seguido por un segundo golpe seco y otro grito de dolor. De nuevo, se oyeron el peculiar rechinar metálico y otro de esos golpetazos amortiguados que le resultaban familiares, y luego, más bajo en esa ocasión, un último grito. Seguidamente, volvió a hacerse el silencio. |