El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano
Solo que él, la amaba de la única manera que podía amar un hombre encenegado en el crimen, un hombre a quien era extraña toda noción del bien, en cuya alma tenebrosa y pervertida solo tenía cavidad ya los goces de un sensualismo bestial y las infames emociones que pueden producir el robo y la matanza.
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