El faro del silencio de Ibón Martín Álvarez
Leire corrió aún más deprisa. Por un momento, se llevó las manos a los oidos para ocultar los jadeos de su perseguidor, pero al volverlos a destapar los oyó tan cerca que sintió que estaba todo perdido. Parecía que fuera la propia niebla la que respirara tras ella.
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