Catarsis de Erik Axl Sund
Los que estaban hoy solo se mostraban curiosos, todos, y sus cuerpos comenzaban a hacerle sombra. Su diente la martirizaba y sentía que el aire se volvía más frío al desaparecer el sol. El rottweiler del criador de cerdos se aproximó. Rascaba la arena y agitaba la cola, también curioso. Le colgaba la lengua, reluciente, y jadeaba como si estuviera deseoso de participar. Miraban y ella miraba. No había de qué avergonzarse. Una de las nuevas, una mujer rubia, sacó su cámara de fotos. Un modelo que capturaba la imagen y la escupía en el acto. Una Polaroid, que congelaba las moléculas. El paraviento se agitó y ella cerró los ojos cuando la cámara chasqueó. Entonces, de repente, se le cayó el diente. El agujero frío en la encía le dolía y dejó que su lengua se recreara en él, sin dejar de mirar. Le escocía y sabía a sangre. |