El tapiz de la guerra de Laura De la calle
Había también una partitura. La quinta estación, se titulaba. Casilda leía las notas con la misma doliente emoción. El poema musical arrancaba gemebundo y crecía hasta el patetismo. Entre las notas sombrías de la guerra asomaban los acordes de los amantes, danzando en gozosos torbellinos. Después, la plenitud del amor con un estruendo de gloria; arpegios brillantes, cascadas de luz y, al final, la presencia silente de la Belleza, que lo llenaba todo de fulgor.
|