Cada siete olas de Daniel Glattauer
—¿Pero no le dijiste lo que te dejé como recuerdo mío? ¿Por qué no? —Porque por lo menos el más profundo y hermoso de nuestros secretos tenía que seguir siendo tuyo y mío. |
Cada siete olas de Daniel Glattauer
—¿Pero no le dijiste lo que te dejé como recuerdo mío? ¿Por qué no? —Porque por lo menos el más profundo y hermoso de nuestros secretos tenía que seguir siendo tuyo y mío. |
Cada siete olas de Daniel Glattauer
En realidad sólo quería decirte que, tal como te lo había prometido, aún no te he dejado.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Tenía muchísimo miedo de que renacieran mis antiguos y dolorosos sentimientos de refugio y escondite. Te agradezco mucho que no hayas cerrado la puerta falsa por la que en aquel entonces huí de lo «nuestro». Ahora, aun desde tan lejos, puedo estar «en casa» sin sentir punzadas en el corazón: mi hogar está donde estás tú (...)
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Para ti amar significa tener en tus manos el poder de hacer feliz a otra persona. PERO ¿DÓNDE ESTÁS TÚ? ¿Qué hay de tu felicidad? ¿Qué pasa con tus deseos? ¿Es que no tienes ninguno propio? ¿Sólo los de «ella»? ¿Los tuyos te parecen meras intuiciones absurdas?
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Desde que sé que no se te hunde el mundo cuando no te escribo, no me conecto a Internet tan a menudo. Ésa es la razón por la cual los intervalos son más largos. Ruego tu comprensión y un poco de paciencia cada vez.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Quiero poner fin a mi existencia insular contigo, Leo. Quiero lo que tú, si eres honesto contigo mismo, siempre has querido: quiero —tengo curiosidad por ver si logro decirlo—, quiero, quiero, quiero… quiero que sigamos siendo amigos (¡ya está!). Amigos por correspondencia. ¿Me entiendes? No más palpitaciones. No más dolores de barriga. No más temores. No más temblores. No más expectativas. No más deseos. No más esperas. Sencillamente, mensajes de mi amigo Leo. Y si no los recibo, que no se me hunda el mundo. ¡Eso es lo que quiero! Que no se me hunda el mundo cada semana. ¿Comprendes?
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
También sabe cuánto sigo dependiendo de tus palabras y qué gran necesidad siento de escribirte. Sí, sabe que seguimos escribiéndonos. Lo único que no sabe es qué nos escribimos. Y no se lo diré, eso sólo nos concierne a nosotros y a nadie más.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Sólo quiero saber si estás bien. No tienes por qué escribirme si no te apetece. Escríbeme solamente que no te apetece escribirme, si es que no te apetece. Y si por casualidad te apetece, ¡escríbeme! Me alegrará, ¡y mucho!
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
¿Por qué te escribo? Porque me apetece. Y porque no quiero esperar en silencio la séptima ola. Sí, aquí cuentan la historia de la indómita séptima ola. Las primeras seis son previsibles y equilibradas. Se condicionan unas a otras, se basan unas en otras, no deparan sorpresas. Mantienen la continuidad. Seis intentos, por más diferentes que parezcan vistos de lejos, seis intentos… y siempre el mismo destino. Pero ¡cuidado con la séptima ola! La séptima es imprevisible. Durante mucho tiempo pasa inadvertida, participa en el monótono proceso, se adapta a sus predecesoras. Pero a veces estalla. Siempre ella, siempre la séptima. Porque es despreocupada, inocente, rebelde, barre con todo, lo cambia todo. Para ella no existe el antes, sólo el ahora. Y después todo es distinto. ¿Mejor o peor? Eso sólo pueden decirlo quienes fueron arrastrados por ella, quienes tuvieron el coraje de enfrentarla, de dejarse cautivar. |
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Qué bien tener noticias tuyas. ¿Te apetecía? ¿De verdad te apetecía? ¿O fue sólo la fórmula habitual para romper el silencio, compadecerse por la separación, tranquilizar la conciencia y salvar las distancias?
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Yo quería lo mejor para ti. Por desgracia no se me ocurrió pensar que pudiera ser yo. Por desgracia. Mala suerte. Tarde. Lo siento. ¡Lo siento tanto!
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
¡Jamás esperes un mensaje mío, por favor! Si recibes alguno, es que me apetecía. Si no recibes ninguno, quizá me apetecía, pero luego preferí no hacerlo. Lo mismo vale para ti. Nunca más tenemos que volvernos locos esperando que el otro nos escriba o nos dé una respuesta. Si te apetece, escríbeme, Emmi. Si me apetece, te contestaré.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
(...) ¿lo dejamos de veras pasado mañana o seguimos escribiéndonos, quiero decir, de vez en cuando, cuando a alguno de los dos le apetezca? No obstante, podemos despedirnos para que todo sea oficial, también por «ella», para que las cosas estén claras. ¡Ah, sí!, desde luego tú estás «muy lejos» de despedirte de mí, tú congelas los sentimientos como si tal cosa. Da igual. ¿Seguimos escribiéndonos?
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Menos mal que «ella» no sabe nada de tus impresiones sensoriales de mí. No sueltes nunca la llave de tu armario emocional, querido mío. Le harías mucho daño.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
¡Te detesto cuando miras con realismo! Por lo demás, ésa no es la verdad SOBRE nosotros, sino la verdad SIN nosotros. Y aunque no lo creas, Leo, ya la conocía. Está en uno de cada cinco mensajes tuyos desde hace dos años.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Cuando (me) exiges algo con esa urgencia, se descorre el velo de tus ojos y las pupilas se convierten en flechas de color amarillo verdoso. Podrías acuchillar a alguien con tu mirada.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
(...) porqué «ella» sabe lo que sabe de nosotros, y en caso de no saber nada, por qué no sabe nada. Desde luego, porque tú no le has contado nada. Pero ¿por qué?
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
(...) tengo tu punto de contacto en el centro de la palma de mi mano. Allí se concentran todos los recuerdos y los deseos.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
Sí, sigo notando tu punto de contacto. (...) Por lo general se hace sentir por sí solo. Por más agua que le eche, no se borra, reaparece una y otra vez. A veces me hace cosquillas, entonces es probable que luego me escribas un mensaje cínico. Y a veces me duele de veras, entonces te echo de menos, y desearía que todo hubiese sido distinto.
|
Cada siete olas de Daniel Glattauer
(...) quería ponerte a prueba para ver si te fiabas (y no te has fiado) de que sé de qué hablo, en qué pienso y qué siento cuando pienso en ti.
|
La edad de la inocencia