La flor púrpura de Chimamanda Ngozi Adichie
Tenia los ojos cerrados. Sabía que ya no se encontraba detrás del altar cubierto con tela de algodón blanco, sino, en un lugar que solo él y Dios conocían
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La flor púrpura de Chimamanda Ngozi Adichie
Tenia los ojos cerrados. Sabía que ya no se encontraba detrás del altar cubierto con tela de algodón blanco, sino, en un lugar que solo él y Dios conocían
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