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El Libro Rojo de Carl Gustav Jung
yo me volví a ΦIAHMΩN y hablé: “Excelso, ¿tú enseñas que el hombre es una puerta? ¿Una puerta por la que pasa la procesión de dioses? ¿Por donde fluye la corriente de la vida? ¿Por donde ingresa todo el futuro y fluye en la infinitud del pasado?”. ΦIAHMΩN respondió y habló: “Estos muertos creyeron en la transformación y en el desarrollo del hombre. Estaban convencidos de su nulidad y transitoriedad. Nada les resultaba más claro que esto y, sin embargo, sabían que el hombre incluso crea a sus dioses, y por eso sabían que los dioses no sirven para nada. Por eso tienen que aprender lo que no sabían, que el hombre es una puerta por donde se agolpa el tren de los dioses y el devenir y transcurrir de todo los tiempos. Él no lo hace, no lo crea, no lo padece ya que él es el ser, el único ser, pues es el instante del mundo, el instante eterno. Quien reconoce eso deja de ser llama, se convierte en humo y ceniza. Perdura y su transitoriedad se extingue. Ha devenido un ser existente. Vosotros soñáis con la llama como si fuera la vida. Pero la vida es duración, la llama se extingue. Llevé eso hacia el otro lado, lo salvé del fuego. Es el hijo de la flor del fuego. Eso viste en mí, que soy yo mismo del eterno fuego de luz. Pero soy el que salvó para ti las semillas negras y doradas y su luz azul de estrella. Tú, ser eterno, ¿qué es extensión y estrechez? ¿Qué es instante y duración eterna? Tú, ser, eres eterno en cada instante. ¿Qué es el tiempo? El tiempo es el fuego que centellea, consume y se extingue. Yo salvé del tiempo al ser existente, lo redimí del fuego del tiempo, de las oscuridades del tiempo, de dioses y diablos”. Pero yo le hablé: “Excelso, ¿cuándo me obsequiarás el tesoro oscuro y dorado, y su luz azul de estrella?”. ΦIAHMΩN respondió: “Cuando tú hayas entregado a la llama sagrada todo lo que quiere quemar”. (ESCRUTINIOS) |