El juego del príncipe de C. S. Pacat
- ¿Qué os hace pensar que Kastor es el más débil? No lo conocéis. - Pero empiezo a conocerte a ti. |
El juego del príncipe de C. S. Pacat
- ¿Qué os hace pensar que Kastor es el más débil? No lo conocéis. - Pero empiezo a conocerte a ti. |
La rebelión del rey de C. S. Pacat
Los sucesos de la noche anterior, infinitamente complejos a la luz de las velas en la intimidad de la alcoba de Laurent, se habían reducido a un único y maravilloso hecho aquella mañana. Laurent lo echaba de menos. |
El juego del príncipe de C. S. Pacat
Era como estar cautivado por un arbusto con espinas y disfrutar de cada pinchazo.
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El príncipe cautivo de C. S. Pacat
Todavía no lo entiendes, pero ya lo harás. Comprenderás que lo que dicen en palacio, en las tabernas y en la calle es cierto. Eres un esclavo. No vales nada. El Príncipe Damianos está muerto.
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El príncipe cautivo de C. S. Pacat
Era fácil amar a un príncipe dorado si no tenías que verlo arrancando alas de insectos.
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El juego del príncipe de C. S. Pacat
EL príncipe dorado era mejor cuando se lo observaba a sesenta pasos de distancia, fuera del alcance de su carácter.
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La rebelión del rey de C. S. Pacat
Era como estar cautivado por un arbusto con espinas y disfrutar de cada pinchazo. Un segundo más y diría algo igual de ridículo.
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La rebelión del rey de C. S. Pacat
- Tenía que encontrarme con un hombre. Cree en todo eso del honor y el juego limpio, e intenta que haga lo correcto. Pero ahora no está aquí. Por desgracia para ti.
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El príncipe cautivo de C. S. Pacat
'Laurent era un nido de escorpiones en el cuerpo de una persona.'
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El príncipe cautivo de C. S. Pacat
La desconfianza y la aversión hacia Laurent se revolvieron en su interior, pero, entonces, Damen recordó su situación. En Akielos, había luchado contra sus cadenas y, como resultado, se las apretaron todavía más. Aquí no era más que un esclavo, y la oportunidad de escapar se presentaría si no la echaba a perder por un arranque de orgullo exacerbado. Podría soportar el pueril y triste sadismo de Laurent. Damen debía volver a Akielos, y eso significaba que, por el momento, debía hacer cuanto le ordenasen. Con cautela, dio un paso hacia delante. |
El príncipe cautivo de C. S. Pacat
A medida que se aproximaba, Damen vio que la expresión que se dibujaba en su hermoso rostro emanaba arrogancia e irritación. Conocía a los de su calaña. Vanidosos y egoístas, educados para creerse mejor que nadie y permitirse actuar como tiranos de poca monta con los demás. Mimados.
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El príncipe cautivo de C. S. Pacat
Si permanecía alerta mientras fingía obedecer, la oportunidad surgiría.
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La rebelión del rey de C. S. Pacat
Lo notaba entre ellos, del mismo modo que lo advertía todo entre ellos. El engañoso manejo de la espada se parecía mucho a las trampas que Laurent tendía a todo el mundo, a las mentiras, a los embustes, a la elusión de una lucha directa en favor de las tácticas que empleaban todos los que lo rodeaban para conseguir sus objetivos, ya fuera una remesa de esclavos o una aldea de inocentes.
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La rebelión del rey de C. S. Pacat
—No. Escúchame, Damianos. Confías ciegamente en la gente. Ves el mundo en términos absolutos: si crees que alguien es tu enemigo, nada te disuadirá de armarte para enfrentarte a él. Pero cuando le das tu cariño… Cuando juras lealtad a un hombre, tu fe en él es inquebrantable. Lucharías por él con tu último aliento, desoirías cualquier palabra dicha en su contra e irías a la tumba con su lanza clavada en el costado. —¿Acaso tú no lo harías por mí? —cuestionó Damen—. Sé lo que implica que estés a mi lado. Sé que si me equivoco, lo perderás todo. |
La rebelión del rey de C. S. Pacat
El dolor por la pérdida no tenía sentido, pues Laurent nunca había sido suyo. Lo sabía. La delicada relación que había nacido entre ellos nunca había tenido derecho a existir. Siempre había tenido fecha de caducidad, y todo acabó cuando Damen tomó el trono.
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La rebelión del rey de C. S. Pacat
Lloraría por el hombre que había sido, por el hombre que pudo haber sido, por los cientos de pasados y quizás.
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El juego del príncipe de C. S. Pacat
Y, cuando pensó en el adiós, era un silencio creciente lleno de todas las cosas que no podría decir.
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La guerra del fin...