Qué difícil es ser dios de Arkadi Borís Strugatski
Se siente uno rodeado de tinieblas pesadas como el plomo, se entristece y dan ganas de pensar en lo débiles e insignificantes que somos ante las circunstancias. En la Tierra esto ni se nos ocurría. Allí éramos unos muchachos saludables, seguros de nosotros mismos, que habíamos pasado un periodo de acondicionamiento psicológico y estábamos dispuestos a todo. Teníamos unos nervios magníficos que nos podían permitir presenciar un suplicio o ejecución sin volver la cabeza. Nos sabíamos dominar de tal forma que podíamos aguantar el desahogo de cretinos perdidos. Nos habíamos olvidado de lo que es la repugnancia, hasta el punto de que podíamos comer en platos lamidos por los perros y secados después graciosamente con una falda sucia. Éramos totalmente impersonales, no hablábamos en los idiomas de la Tierra ni en sueños. Estábamos provistos de un arma infalible, la teoría básica del feudalismo elaborada en el silencio de los gabinetes y laboratorios, en las excavaciones y en discusiones serias.
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