El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
He matado a dos hombres en mi vida: a mi hermano mayor y a mi mejor amigo. Pero no siento el menor arrepentimiento por ello.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
He matado a dos hombres en mi vida: a mi hermano mayor y a mi mejor amigo. Pero no siento el menor arrepentimiento por ello.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
Mi hermano repetía frases como un papagayo con la lección aprendida, era un vocero de la cultura que afirmaba aquello de «muerte a la inteligencia» y no dudaba en asegurar que hasta que no fusilaran a todos los intelectuales, fueran filósofos, escritores, profesores o artistas, no se lograría edificar el único Estado nacional salvador de la patria, de la religión católica y de los sagrados ideales del imperio.
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La abadía de los crímenes de Antonio Gómez Rufo
- ¿No os importa quedaros sin camarera a vuestro servicio, señor? - preguntó con malicia la reina. (La reina se está refiriendo a que su dama de corte, la princesa Violante de Hungría, debe regresar con ella a palacio quedando el rey sólo en el convento) - De ningún modo - respondió con la misma malicia don Jaime -. Ardo en deseos de que la conozcáis mejor. Algún día será la reina. - Ya - se rindió doña Leonor-. Lo comprendo. - De Hungría - aclaró el rey, sonriendo mientras se doblaba en una reverencia exagerada a su esposa. (pág. 310) |
El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
He vivido mil vidas en una sola y he contemplado la descomposición de la belleza, el derrumbe de lo imponente, el desmoronamiento de lo más sólido y el desmenuzamiento de la construcción más asegurada.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
El fin de una guerra no es el comienzo de la paz, sino el nacimiento del miedo. Solo los inconscientes, los tiranos, los descamisados y los pistoleros disfrutan de los finales bélicos porque coinciden con el inicio de sus fechorías. A mi hermano Julián le pasó.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
La salud es como el agua de la charca que termina evaporándose con la llegada de la época del calor, la bebida del estío insaciable que la absorbe y deja la tierra cuarteada, yerma, desnuda, sedienta. La salud es la antesala de la pérdida. Algo destinado a desmenuzarse, resquebrajarse, pudrirse. Y uno de sus pilares, la memoria, es esa parte de la salud que se desagua palabra a palabra, recuerdo a recuerdo, rostro a rostro, nombre a nombre.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
Tenía diecisiete años, a punto de cumplir los dieciocho, y a la vida le dio por revolverse y me convirtió en hombre. Elena despertó mi pasión romántica, Calatrava fomentó mi gusto por saborear la vida sin echar cuentas y mi hermano me mostró el camino de la crueldad sin arrepentimiento. Él aseguraba que ser cruel no era perverso cuando se ejercía en nombre de ideales altos, asegurando que los suyos, los nuestros, los de los vencedores, eran esos ideales sublimes. Y que yo tenía que participar en defenderlos y ensalzarlos a cualquier precio, aunque los cobardes, los vencidos, lo consideraran crueldad, exceso o impiedad.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
Madrid, la ciudad herida, asediada, bombardeada, rendida (que no tomada) entregó lo que era porque había dejado de ser el último reducto de la República de España. Una ciudad en reconstrucción para volver a ser lo que siempre fue y le habían robado. Madrid tenía que volver a ser eterna, y a ello se entregaron todos los madrileños supervivientes; y a los que permitieron sobrevivir.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
Cuando termina una guerra civil, en realidad no acaba. Empieza otra, mucho más repugnante, la del ajuste de cuentas, la represalia, la limpieza social y la depuración individual. Una guerra civil, como la española, ha tardado décadas en firmar el armisticio, suponiendo que haya llegado a firmarse y a dejar de helar el corazón, como y advertía Antonio Machado, al españolito que viene al mundo.
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El idioma de los recuerdos de Antonio Gómez Rufo
...la vida dura lo que dura un parpadeo, y encima pretendemos llenarla de esencia de inmortalidad.
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La abadía de los crímenes de Antonio Gómez Rufo
(...) me preocupa la insistencia de los nobles catalanes en pedirme cuentas, en medirlo todo en dineros y en buscar cada vez más poder en menoscabo del poder de la Corona. (pág. 88) |
Madrid de Antonio Gómez Rufo
¿Sabéis de donde viene el nombre de Madrid? Cuando los romanos llegaron aquí en el siglo II de nuestra era, se encontraron un asentamiento con casas y con un templo dedicado a la diosa Cibeles, y como no pudieron entender el nombre de la población por el idioma primitivo de los carpetanos, la llamaron Matrice, que quiere decir madre, del latín mater …Después los árabes la llamaron Magerit, Mayrit y Magrit y nuestro rey Alfonso VI luego la llamó definitivamente Maidrit y más tarde Madrid. |
Es un retelling de...