De Inglaterra a Virginia de Alexandra Martin Fynn
—Usted… es un… maldito… ¡norteamericano! —lo dijo como un insulto del que él se percató. —¿Y se puede saber qué quiere decir eso? —preguntó él, ahora sin bromear. Anne recordó las palabras de la condesa, aquellas que había usado para degradar a los habitantes de esas tierras. —Quiere decir que no tiene modales, que es… grosero, impertinente y… y… que come demasiado —le espetó ella—, pero sobre todo que no es un caballero de verdad —continuó—, es un bruto, si educación, que no sabe comportarse en sociedad. Ni siquiera estoy segura de que no sea usted alguna clase de delincuente, un asesino o un ladrón de bancos. Por el aspecto que tiene, bien podría serlo. Anne no creía nada de lo que estaba diciendo; de hecho, estaba en contra de todos esos prejuicios sobre los norteamericanos, pero deseaba tanto molestarlo que no dudó en repetir las palabras que había escuchado tantas veces durante los días previos a su viaje. |