Los que no perdonan de Alan Le May
Entremedias se extendía una soledad tremenda. Cazadores de búfalos, hombres valientes como ángeles y sucios como lobos, recorrían aquella tierra salvaje durante las temporadas de caza. A veces se topaban con el esqueleto quemado de una cabaña y acampaban allí sobre las tumbas de sus habitantes. En otras ocasiones se cruzaban con partidas de guerreros kiowas y averiguaban como habían llegado las tumbas a ese lugar.
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