Alma vikinga de Nieves Hidalgo
—Cuando esto acabe, tenemos que hablar —le escuchó decir. —¿De qué? —De ti y de mí. —No sé a qué te refieres. Ishkar la hizo dar la vuelta y ajustó sus manos a sus hombros para apoyarla en el muro. Sus claros ojos, sus maravillosos claros ojos relampaguearon al mirarla. —Te deseo —confesó sin más—. Y tú me deseas a mí, no puedes disimularlo. Nos estamos comportando como dos inconscientes negándonos el placer que podríamos proporcionarnos mutuamente. —Para ti, todo se basa en compartir un lecho. Fornicar como lo que eres: un salvaje. Creí que te había quedado claro que yo no soy la mujer que buscas para que te lo caliente. —¿Vas a decirme que sigues odiándome? Porque no lo creo. Veo en tus ojos que he perforado tu coraza. Y yo... —Tú ¿qué? No intentarás decirme que te has enamorado de mí así —chascó los dedos—, sin más. Porque yo tampoco lo creería. Esta conversación carece de lógica. |